Guerras habsburgo-otomanas | ||||
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Parte de guerras otomanas en Europa | ||||
Batalla de Lepanto (1571), en una pintura anónima de finales del siglo XVI. | ||||
Fecha | 29 de agosto de 1526 (batalla de Mohács) a 4 de agosto de 1791 (Tratado de Sistova) (265 años) | |||
Lugar | Hungría, Mediterráneo, Balcanes, Norte de África y Malta | |||
Resultado | Fin de la expansión otomana; los Habsburgo conquistan Hungría y Transilvania; declive tanto del Imperio otomano como del Imperio Habsburgo. | |||
Beligerantes | ||||
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Bajas | ||||
Mediterráneo: 900 000-1 000 000 muertos (1470-1574)[5] | ||||
Las guerras habsburgo-otomanas o austro-turcas (guerras del Turco en la literatura clásica española)[6] fueron los conflictos militares que enfrentaron al Imperio otomano y a los Estados de la Casa de Habsburgo (los llamados Austrias de Viena y Austrias de Madrid) durante toda la Edad Moderna, y que se prolongaron durante la Edad Contemporánea hasta comienzos del siglo XX.
La condición de liderazgo que ambas potencias tenían dentro de sus respectivos ámbitos (la cristiandad y el islam) hasta el siglo XVII hizo que el factor religioso fuera muy importante en estas guerras; aunque los factores determinantes fueron geopolíticos, lo que explica que simultáneamente cada una de ellas tuviera enfrentamientos con otras potencias de su misma religión y que incluso hubiera alianzas con potencias de la religión opuesta. A partir del siglo XVIII el nuevo equilibrio europeo desplazó la centralidad de ambos contendientes en beneficio de otras potencias emergentes.
Las guerras habsburgo-otomanas consistieron en campañas terrestres en los Balcanes, que implicaban a los Habsburgo austríacos; y en enfrentamientos navales en el Mediterráneo, Océano Índico, y El sudeste de Asia, que atañían por su parte a los Habsburgo españoles.
Inicialmente el avance terrestre otomano fue imparable, con la decisiva victoria de Mohács (1526, que redujo la mayor parte del Reino de Hungría a la condición de estado vasallo y tributario), hasta el fracasado Sitio de Viena (1529, que marcó su mayor avance territorial).
La presencia creciente de la flota turca en el Mediterráneo occidental fue contestada con enfrentamientos periódicos que culminaron en la victoria cristiana de Lepanto (1571).
En 1683 los turcos asediaron por segunda vez la capital austríaca, siendo rechazados por una coalición multinacional.
La guerra de Sucesión Española (1700-1713), que puso a los Borbones en el trono español, dejó a Austria como la única potencia en manos de los Habsburgo. No obstante, para entonces el equilibrio de poderes había cambiado en beneficio de la Europa cristiana, que pasó a disponer de tácticas y tecnologías militares superiores (especialmente en la artillería), así como de superiores recursos económicos; situación frente a la que el tradicional cuerpo de élite otomano (los jenízaros) dejó de ser tan eficaz. A finales del siglo XVIII, el Imperio turco había pasado a ser el hombre enfermo de Europa.
La expansión del Imperio austríaco (luego Imperio austro-húngaro) por los Balcanes fue recortando territorios al Imperio turco durante todo el siglo XIX, en competencia con el Imperio ruso. Las continuas guerras balcánicas y los sucesivos tratados (Berlín, San Estéfano) fueron marcando distintos puntos de equilibrio entre las tres potencias.
Ya en el siglo XX, en el periodo previo a la Primera Guerra Mundial (1914), turcos y austríacos pasaron de enemigos a aliados, constituyendo con el Imperio alemán el bloque denominado como Imperios Centrales, cuya derrota supuso la común desintegración (1918).